«Este viaje es nuestro sueño»
«Este viaje es nuestro sueño», eso decía una de las
canciones que cantábamos con el grupo a la hora de despedirnos de nuestras
familias en Ezeiza. Es difícil comenzar un relato así, después de un viaje como
el hicimos. Cada vez que pienso en el viaje, se me vienen miles de momentos a
la cabeza. Miles de historias para contar, miles de expresiones, y una
contraposición de sentimientos.
Al llegar a Erevan, estábamos muy cansados. Era de
noche, y entre el cansancio y la emoción de saber que teníamos diez días por
delante allí mi sensibilidad, así como la de muchos otros de mis compañeros,
floreció. Me encontraba sentada en un micro, en un país que no conocía, y me
daba cuenta, a medida que íbamos avanzando por las calles cuál era la realidad.
La oscuridad, el dolor de oídos, el sueño, me hacían más sensible, y acordarme
de que yo estaba en el lugar a donde mis abuelos nunca más volvieron, el lugar
en donde se separó mi familia y cada uno siguió su rumbo, hacía que a mis ojos
asomaran lágrimas.
Me encontré con un país distinto del que imaginaba.
La pobreza se veía en las regiones alejadas a la capital, más al sur. Pero
Erevan, es increíble. De día, de noche, hay cosas para hacer por doquier. Hay
bares, boliches, karaokes. Cuando ya me acostumbré a estar en Erevan, las
emociones ya no fueron tan fuertes. Junto con Octavio Frigerio y Aram
Ghazarian, nos hicimos un amigo armenio, con quien salimos. Nos llevó con sus amigos,
a recorrer las noches que nos quedamos en la ciudad. La gente es muy amable
(aunque la excepción hace a la regla).
Un día, experimenté un “llanto concientizador”:
caminando por la calle, una señora mayor nos comenzó a hablar, y entendí como
pude, pero su mensaje me llegó: nos bendijo, nos contó sobre su familia, y que
era pobre y que necesitaba ayuda. Le dimos algo para ayudarla, y se emocionó.
Junto con ella, yo también, en voz baja y mirando hacia otro lado. En ese
momento se me pasaron mil cosas por la cabeza: «estoy en Armenia», «podría ser
mi abuela».
Si uno es armenio, si siente con fuerza la sangre
que corre por sus venas, experimenta desde que llega hasta que se va, una serie
de sentimientos que yo creo que jamás experimentaría en otra parte del mundo.
Uno se siente fuerte, porque esta en su país, pero débil y vulnerable porque no
puede creer lo que esta pasando.
Agradezco a todos los que hicieron posible que todo esto me pasara, y que cada
día y cada momento haya sido maravilloso.
Gracias
a nuestros padres, a nuestros hermanos, a los que nos ayudaron con la
Promoción, y a nuestro colegio que nos dio esta posibilidad de vivir todos
juntos algo tan importante. ¡Muchas Gracias!