Así fue el BASIP, en primera persona por Germán Haikazounian, Coordinador de Actividades
Varias personas me preguntaron cómo fue coordinar BASIP 2019. Creo que no hay una sola respuesta. Hay tantas cosas que reflexionar y para decir. Creo que lo principal es pensar en cómo un programa de tan solo 6 semanas puede ser tan significativo y marcar tanto a quienes pasaron por él. Estar conviviendo durante 45 jornadas, día y noche compartiendo experiencias con jóvenes que se transforman tarde o temprano en la extensión de uno, tener la chance de extender y estimular la formación personal y profesional propia y de los otros, y al mismo tiempo, que todo eso se enmarque dentro de un programa y un ambiente armenio – es increíble pero real.
El motivo o causa original por el cual los chicos (o “pasantes”) se inscriben al programa es y siempre va a ser de índole profesional. Es un programa principalmente dedicado a formar o contribuir a la formación profesional de jóvenes armenios. Aunque, en la realidad, no es más que una excusa, o el factor principal, si se quiere. Pero BASIP, así como los demás “SIP” (Summer Internship Programs, o Programas de Pasantías de Verano) de la UGAB global, son una experiencia íntegra – la cuestión de fondo es mucho más compleja y rica que tan solo lo profesional. Por eso, no me caben dudas que los SIP no son solo “una pasantía más”. Tanto yo como los pasantes tuvimos la chance de enriquecernos como personas, aprendimos mucho de nosotros mismos también en lo extra profesional, e incluso ampliamos nuestra propia visión sobre lo armenio – cada quien teniendo un punto de partida y perspectiva específica pero así y todo, no quedó nadie sin haber incorporado un poquito más sobre lo armenio, y sin sentirse aún más vinculado con ello.
Desde lo personal me di cuenta que ser coordinador de BASIP implica ser una luz de guía, un hermano mayor, un jefe, e incluso por momentos, hacer las veces de terapeuta a la hora de mantener incontables charlas sobre lo sucedido en la semana laboral y la vida misma. Pero, por sobre todo, un amigo. Un hombro sobre el cual apoyarse en momentos difíciles, y un compañero de aventuras con quien compartir los momentos más gratos. Que la vida no es color de rosas, y en un programa de pasantías donde uno está en constante aprendizaje y autodesafío, a veces se necesita “bajar un cambio” para retomar la perspectiva. Probablemente sean esos los momentos en los cuales más se afianzan esos lazos interpersonales tan lindos que deja el programa. Las charlas antes de ir a dormir, los chistes devenidos en códigos internos, las caminatas por la ciudad que quedan como momentos inolvidables -fotografías para siempre enmarcadas en nuestra memoria (y muchas veces capturadas en cámara).
Pero si hay algo de lo que no me cabe duda es que la premisa del programa es “compartir”: tuvimos la suerte de compartir varias veladas con el Consejo Directivo de UGAB Buenos Aires que estuvo siempre presente y a completa y palpable disposición de quienes lo necesitaran; las salidas con las subcomisiones de jóvenes que nos permitió interactuar constantemente con gente de nuestra edad y pasar momentos inolvidables; cada oportunidad de vernos con los fundadores y principales artífices de BASIP también nos daba pié a escuchar sus palabras con atención en charlas de primordial importancia para mí y los pasantes. A todos ellos, aprovecho el espacio para agradecerles por haberme abierto (a mí y a los pasantes) mediante BASIP las puertas de una institución como la UGAB – que prioriza la solidaridad, el trabajo, el mérito y el profesionalismo; pero por sobre todo, lo armenio. Me genera una alegría inmensa que todos aquellos que hayamos sido partícipes del programa, en mayor menor medida, podamos extender el amor por nuestra cultura a aquellos que nos rodean en nuestras vidas cotidianas. Entiendo que eso es una de las principales banderas de UGAB Buenos Aires, y a través de ella, BASIP: comprender que nuestra cultura es tan linda, que merece ser compartida.
BASIP 2019 concluyó y lo hizo de muy buena manera. Pero BASIP en sí, tiene muchísimo más para dar. Muchos más jóvenes a los cuales maravillar con todo lo que Buenos Aires tiene para ofrecer; contagiarles este espíritu, estas ganas de mejorarse día a día, y por sobre todo, compartir el amor que tenemos por nuestros valores y nuestra cultura. Hay BASIP para rato.