Voces que callan, manos que hablan
Una joven investigadora diasporeana sacó a la luz una antigua práctica de lenguaje de señas derivada de una regla de silencio que los jefes de la familia les imponían a las mujeres casadas -¡hace menos de 100 años!
Աղջի, սրտերի որսկան, ամա՛ն,
Առնեմ դառնաս, չխօսկա՛ն
La música folklórica es expresión de las creencias y costumbres de un pueblo. En este sentido, promueve la difusión y preservación de las prácticas allí descriptas y, en el caso de que éstas desaparezcan, sirve de invaluable testimonio de su existencia pasada. Un ejemplo interesante es el de Kamin Zana (o Qamin Zana, Քամին զանա), canción folklórica que últimamente han rescatado muchos músicos y bandas, en versiones modernizadas. La letra habla de un hombre que está locamente enamorado de una hermosa mujer y, al final de una de las estrofas, le dice “Me caso con vos, y tendrás que dejar de hablar”.
Esto, lejos de ser una expresión de deseo, remite a una regla del silencio –real y concreta- impuesta a las mujeres casadas durante parte del siglo XIX e inicios del siglo XX en una extensión geográfica que no está definida con precisión pero que abarcaría Armenia actual y probablemente varias zonas de Armenia Histórica y otras áreas lindantes en las que se asentaron comunidades armenias (por ejemplo, en Irán).
Esta norma estipulaba que las jóvenes recién casadas, como muestra de
respeto a su marido y a su familia política, debían abandonar el habla y, en caso de tener que comunicarse, debían hacerlo a través de un lenguaje de gestos y señas que se conoce como harsneren (“hars” es esposa –a veces se usa también para novia-, mientras que el sufijo “eren”, que generalmente se agrega al nombre de un país, remite al idioma que hablan los habitantes del mismo). Las mujeres utilizaban este lenguaje siempre y cuando fuera absolutamente necesario, ya que se esperaba de ellas, especialmente de las más jóvenes, que no tuvieran ningún tipo de comunicación en presencia de su marido y sus suegros.
Carla Kekejian, doctoranda en Ciencias y Desórdenes de la Comunicación
(Universidad de Utah), se interesó en el tema hace algunos años y en 2015
comenzó una investigación que aún está en curso y de la que ha divulgado
algunos de sus hallazgos en papers y conferencias. Carla explica que, si bien hasta el momento ha descubierto bastante información nueva acerca del harsneren, hay aún mucho que no se sabe –y que probablemente nunca se vaya a saber. “Esto es por varios motivos”, enumera: “En primer lugar, porque soy la primera persona desde la década del ’30 que se abocó a recabar información de primera mano en relación a los usos del harsneren. Los recursos en los que puedo confiar para obtener una comprensión más profunda de esta práctica –especialmente de cuando era más extensamente utilizada- son mínimos en la actualidad. Por otro lado, encontré varios desafíos durante mis entrevistas personales: algunas mujeres con las que hablé son muy mayores y, por este motivo, no recuerdan los detalles de su experiencia como jóvenes recién casadas.
Para algunas, incluso si tienen recuerdos, su experiencia con el uso del harsneren es muy traumática y dolorosa, y por eso no quieren hablar del tema. Y yo tengo que respetar eso”.
Hasta el momento, su trabajo de campo abarca algunos pueblos de las regiones de Tavush y Gegharkunik, al noreste y este de Armenia, respectivamente, pero es probable que el uso del harsneren estuviera mucho más difundido, ya que las normas patriarcales que posibilitaron su surgimiento y desarrollo se extendían a lo largo de muchas otras zonas donde había poblaciones armenias. En ese sentido, la “Enciclopedia de Mujeres y Culturas Islámicas” (2006), en el capítulo dedicado a las mujeres armenias (tanto del Imperio Otomano como de Irán) describe que su vestimenta habitual incluía un pedazo de tela, generalmente blanco, que tapaba la boca. Según la misma fuente, esta pieza desaparecía del vestuario de las mujeres más grandes de la familia, ya que la imposición del silencio generalmente se tornaba más laxa cuando nacía su primer hijo.
Si bien encontró que el harsneren era una práctica muy difundida, Carla aclara que el nivel de obediencia a esa norma variaba en cada hogar: “En general, el patriarca de la familia solía definir los alcances de la prohibición del habla. Podía incluir al suegro, cuñado/s, marido e incluso a la suegra. Eso realmente dependía de cada familia”. Hasta el momento, no se puede concluir si esta laxitud de la práctica del harsneren tuviera alguna correspondencia, por ejemplo, con cuestiones como el nivel socioeconómico de cada familia. “He entrevistado a muchas mujeres en diferentes pueblos de distintas provincias de Armenia, y mucha de la información que recabé –incluyendo muestras de los signos- era compartida entre las mujeres que recordaban haber utilizado el harsneren. Es difícil saber cuál era su status socioeconómico al momento de la utilización de ese lenguaje, ya que es un tema que no surgió durante las conversaciones”, explica.
Los gestos más comunes (“suegro”, “suegra”, “marido”, “hambre”, “pan” y “agua”, entre otros) eran similares entre las mujeres que recordaban haber utilizado ese lenguaje, a partir de lo cual Carla infiere que existía cierta uniformidad en el uso del harsneren. El trabajo de observar y documentar este lenguaje, hoy extinto –ya que la prohibición del habla también ha desaparecido-, le permitió analizar más en profundidad las normas sociales y las relaciones familiares en la cultura armenia de esa época. “Además”, amplía Carla, “estos hallazgos permitieron adquirir una comprensión más profunda sobre las costumbres relativas al matrimonio y las percepciones acerca del rol y la responsabilidad de las mujeres armenias en la sociedad, tanto de ese momento como de la actualidad”.
Los numerosos viajes de Carla a Armenia para continuar con el trabajo de
campo, y la difusión que realizó de su investigación en curso, hicieron que cada vez más personas conocieran la existencia de este lenguaje y las profundas asimetrías entre los géneros posibilitaron su surgimiento y permanencia: “Hay reacciones de todo tipo. Lamentablemente una muy común es la negación, incluso luego de presentar el video que armé, en el que las mujeres hablan del tema. Esto está asociado a sentimientos de vergüenza: la gente no quiere aceptar que esto realmente es una parte horrible de la historia y la cultura armenias. Por otro lado, también es un tema que genera mucha sorpresa e interés. Cuando subí el video informativo a Facebook, un montón de gente de todo el mundo me escribió y me agradeció por el trabajo que hago, al traer a la luz esta práctica casi olvidada. También hubo gente que me contó historias de sus abuelas o bisabuelas y cómo mi investigación les ayudó, por ejemplo, a entender por qué ellas no hablaban. Reacciones como estas significan mucho para mí. Este viaje de descubrimiento no ha sido fácil, pero es un honor absoluto y un privilegio poder compartir las historias de generaciones de mujeres armenias”, sentencia Carla.
Quedan varios interrogantes, algunos de los cuales seguramente serán
respondidos a partir del avance de su investigación. ¿Qué condiciones, además de la existencia de una sociedad fuertemente patriarcal, influyeron en el surgimiento y desarrollo de la prohibición del habla a la mujer casada y, en consecuencia, del harsneren? ¿Cómo se explica que, esta misma sociedad que confinó a la mujer a un rol completamente subordinado en el plano intrafamiliar, haya sido la misma que, por ejemplo, estableció el sufragio universal en las elecciones legislativas de 1919 (ver Las lecciones de la Historia, pág.14 de este número)? ¿Qué rol cumplió en la desaparición de la regla del silencio la sovietización de Armenia (en 1920), con la instauración de distintas leyes que –al menos en la intención- buscaban el empoderamiento económico, social y educativo de la mujer? ¿Qué lecciones podemos tomar de la desaparición de esta práctica de dominación –aunque subsisten otras, a veces en nombre de los valores y la tradición- para lograr la igualdad de género?
De voluntaria a investigadora
Carla había estado en Armenia en 2014, donde realizó trabajo voluntario a través de Birthright Armenia, y pasó una semana en Baghanís, una pequeña aldea en la región de Tavush. Unos años después, cuando comenzó a investigar sobre el harsnerén, descubrió que el primer y único estudio sobre el tema había sido efectuado en ese pueblo y otros aledaños, en la década del ´30. Las relaciones personales que había cultivado durante esa semana en 2014 facilitaron la realización de su trabajo de campo.
El único antecedente académico
En 1935 se publicó en Armenia Soviética un documento llamado “Manual speech in the Caucasus” (Lenguaje manual en el Cáucaso), de D. P. Karbelashvili. El libro, que indaga en distintas teorías del lenguaje, ilustra 101 señas que se utilizaban en distintas regiones de Armenia y Georgia.
De su trabajo de campo en el pueblo de Baran, en la región de Tavush, dice que hay una escuela, cooperativas y organizaciones del Partido Comunista y del Komsomol pero, “a pesar de esto, las raíces de todos los remanentes de
supersticiones y tradiciones son profundas y, en particular, la situación de la mujer no es envidiable. Obedecen incuestionablemente a su marido y a la persona de más edad en la casa, realizan todo el trabajo del hogar y el agrícola; son reticentes a enviar a las niñas a la escuela; el matrimonio se realiza en relación a la elección de los padres”, entre otras cosas. Y continúa: “a las mujeres casadas se les prohíbe hablar y se comunican sólo con lenguaje manual –con la familia política, vecinos mayores de edad, varones extraños mayores que ella y con todos los parientes de su marido”.
¿Querés saber un poco más?
Carla preparó un video informativo súper interesante sobre el harsneren (en inglés). https://www.youtube.com/watch?v=49INpc6784A
¡Escribile!
Si escuchaste a tu abuela o bisabuela contar acerca del harsneren, o de la
prohibición de hablar delante de ciertos familiares, y querés compartir tu historia con Carla, la podés contactar así:
ckekejian@gmail.com
twitter.com/carlakekejian
facebook.com/carla.kekejian