Sentimientos y emociones
Para dar comienzo a
este texto lleno de inmensa emoción, que escribo con mucha alegría, y para
contar algo que vale la pena dar a conocer, quiero agradecer a la UGAB por
brindarnos la posibilidad de trabajar junto a nuestros familiares más cercanos,
ofreciendo comidas de nuestra Madre Patria para luego visitarla. Esta Cena de
los Viernes, -que de eso se trata-, además, sin darnos cuenta, nos dejó miles
de enseñanzas; la principal, es que en la vida nada se consigue sin esfuerzo, y
lo más lindo es que al llegar al objetivo, en nuestro caso –el Viaje- nos dimos
cuenta que valió la pena.
Ahora sí, empiezo a
contar mis experiencias.
El bajar de
“Armavia” y poner el primer pie en Armenia,
fue suficiente para sentir la satisfacción y la profunda emoción que
tengo por Armenia, sembrada en mí desde hace años. Y a pesar de que estos
sentimientos extraordinarios por Armenia
conviven día a día conmigo, no hallo una explicación a ellos. ¿Acaso un
argentino con descendencia italiana, española, hebrea, griega, tiene ese
sentimiento tan profundo y, a veces, hasta doloroso por su patria? En fin, hay
muchos pueblos que sufrieron y sufrieron. Pero de la manera que
sufrieron los armenios, nadie. Ahora me pregunto: ¿a qué armenio, que ya tiene
su vida desarrollada en otro lugar que no es Armenia, no le caen las lágrimas
al estar en el lugar del que alguna vez lo han desterrado?
Entonces, ¿por qué
sentirse turista en Armenia? No, al menos yo no me sentí extranjera, todo lo
contrario: estos días, cuando escribo
este texto, a muy pocos días de mi regreso, siento una confusión enorme, porque
ir a Armenia fue como ir a mi país, y todos los años que viví en Argentina, lo
hice como extranjera. Es muy difícil de explicar, porque igualmente uno se
siente muy bien en Argentina. Puedo reconocer que es muy difícil para mí
decidir entre decir soy argentina o soy armenia. Por eso prefiero ser
argentina-armenia.
Dejando de lado la
identidad y mi gran confusión con ella, voy a contar una de las experiencias
más lindas que jamás voy a olvidar.
Sucedió en el Aragadz. Mientras en Erevan hacía unos
35º, en la montaña hacía unos -5º. Comenzamos a subir: mucho frío y un camino
muy largo y complicado. Se volvió más complicado aún cuando comenzó a granizar,
luego a llover, y a soplar un viento frío, que congelaba nuestros huesos y
nuestra ropa. Cuatro, de la gran mayoría que había subido, decidimos volver:
éramos Hasmig Guluzian, Fernanda Zoulalian, Octavio Frigerio y yo. Creo que la
opción era la correcta, aunque ¿quién no quería llegar a la cima del Aragadz y
clavar nuestras banderas?. Pero en las condiciones en que estábamos era
imposible, así que mientras volvíamos ya congelados de frío, Fernanda dice:
“¡una cabaña!”, y ahí terminamos. Cuatro chicos armenios de Erevan, que también
habían ido a escalar el Aragadz, nos recibieron y nos dieron vodka, después nos
hicieron “chay”, ¡y hasta nos prestaron ropa! Mientras tanto, nos sacamos
fotos, charlamos y nos pasamos los e-mails.
Voy a contar
también el día en que visitamos Khor
Virab, ¡un paisaje espectacular, inigualable!. Cuando bajamos al pozo de
San Gregorio, todos nos preguntamos cómo hizo para permanecer ahí encerrado
tantos años. Si hasta algunos tuvimos miedo de bajar, y no podíamos creer dónde
estábamos. Afuera el hermoso paisaje del Ararat nos esperaba.
No quiero contar
más, dejo la posibilidad a mis
compañeros de que lo hagan, pero no puedo dejar de hacer un breve comentario
sobre los numerosos jachkares que hay. ¡Debe haber más jachkares que gente!.
Son hermosos y determinan un arte muy particular en los armenios.
Este viaje, además,
modificó mi vida, me permitió conocer mi pasado; comprobar que existe allá, muy
lejos de Argentina, pero a la vez tan cerca de mí, aquel país del que vinieron
mis abuelos. ¡Qué lindo haber sentido en mis pies el suelo de la Madre Patria,
que me llenó de energía y satisfacción! Y las experiencias llevadas a cabo,
hicieron florecer mi mente y perturbaron mis más íntimos sentimientos.
Las vivencias
durante el viaje, se transformaron en anécdotas inolvidables. Fue un
aprendizaje experimental de la vida. Me permitió ampliar mi conocimiento y
poder construir nuevos objetivos para el futuro.
Por experiencia
propia, puedo afirmar que Armenia es como contaban.